Las palabras tienen un poder mágico. Pueden traer la mayor felicidad o la más profunda tristeza. Tú puedes elegir esta fuerza constructivamente con palabras de aliento para inspirar a los demás y cambiar vidas, o destructivamente, hiriendo sentimientos o humillando a las personas.
Antes de hablar, piensa.
Te lo digo por experiencia propia. De pequeño era muy gordito y cuando se burlaban de mi peso, todos se reían, pero a mí no me hacía gracia y muchas veces me hacía sentir mal.
Así que decidí entonces que de mí jamás saldría un chiste de mal gusto o alguna palabra que ofenda a otra persona, que cada cosa que diga a alguien sería positiva, que cualquier cosa que comente con los demás tendría que ser algo que valga la pena compartir.
Las palabras son la fuerza más poderosa que dispones. Elígelas sabiamente.
1. Tómate un momento para contemplar lo que dices y cómo lo dices.
Muchas veces no nos detenemos a considerar el impacto que nuestras palabras tienen en los demás y hablamos sin pensar olvidando la poderosa fuerza que tiene lo que decimos. Por eso debemos disciplinarnos para hablar siempre de una manera que transmita amabilidad y respeto.
Di siempre la verdad, evita las exageraciones, no manipules a los demás, y lo más importante, jamás, jamás, uses tus palabras para insultar o menospreciar a nadie.
Y si no tienes nada bueno o amable que decir, mejor no digas nada.
2. Pequeños cambios pueden hacer una gran diferencia.
La mayoría de nosotros tenemos el hábito de permitir que nuestras palabras vayan al ritmo de nuestras emociones en vez de nuestros pensamientos. Sin embargo, pensar un poquito aporta mucho a controlar lo que decimos y puede hacer una gran diferencia en nuestras relaciones con los demás.
Mira por ejemplo estas pequeñas diferencias:
- En vez de decir “eres un vago”, prueba con “puedes hacer un mejor esfuerzo, sé que puedes dar mucho más”.
- En vez de decir “no confío en ti”, utiliza “me estás haciendo difícil confiar en tu trabajo”.
- En vez de decir “¿por qué hiciste esto?”, intenta preguntando primero “cuéntame, ¿qué pasó?”.
No importa cuál sea la circunstancia, siempre habrá una forma de decir las cosas que funcionará mejor que hablar con tus emociones.
3. El humor de verdad no tiene por qué ofender a nadie.
Nos encanta reírnos y gozamos con los chistes y bromas que hacemos y escuchamos. Pero a veces no nos damos cuenta de que, con ciertas bromas, estamos hiriendo los sentimientos y afectando emocionalmente a las personas. Podrá parecer chistoso y divertido para los demás, pero te aseguro que no necesariamente lo es para la persona de la que te estás burlando.
Sé la chispa que alegra a los que te rodean y usa el humor para unir a la gente, para reírte con las personas y no de las personas.
Sé la luz que ilumina a los demás. Tú tienes el poder de cambiar sus vidas con tus palabras. Todos los días, en cada oportunidad 💫
Rafael Avilés Ledergerber
CEO Ecuaprimas